Tras una larga búsqueda por los alrededores de Madrid encontré una parcela con especiales características que me entusiasmaron y a partir de las cuales surgiría el proyecto.
El entorno potencia las cualidades arquitectónicas de la casa, creando agradables sensaciones que se van descubriendo a medida que recorremos las diferentes estancias.
El acceso a la vivienda se planteó muy cerrado, con muros que te envuelven y te ocultan el paisaje para dar paso a la sorpresa que se genera desde el interior. Desde aquí, los huecos de fachada enmarcan cada una de las vistas del paisaje, introduciéndolo en la vida cotidiana del usuario.
A través de un recorrido arquitectónico que nos muestra la fachada de entrada a la vivienda y descendiendo por una suave escalinata, llegamos al porche de entrada que nos dará acceso a la casa.
La vivienda consta de tres niveles. Atravesando la entrada principal nos encontramos con el distribuidor, sorprendente por su verticalidad, la luz invade dicho espacio a través de altos ventanales de estrechas dimensiones y orientados estratégicamente hacia dos de las cascadas que existen en la falda este de la montaña.
Dicho distribuidor es el centro de la vivienda, el punto de partida desde el cual se va descubriendo la arquitectura y el entorno circundante, el lugar desde donde se organizan todos los espacios como una rótula que articula las diferentes maclas de la volumetría.
Desde el exterior, el salón se vive con mayor intensidad. La gran roca sirve de tránsito entre dicha estancia y la piscina con orientación sur y oeste, la más propicia para su máximo disfrute.